No sé ustedes, pero yo durante mucho tiempo escuchaba hablar de “fantasías sexuales” y pensaba inmediatamente en los comerciales de las típicas sex shops que te encuentras escondidas en algunas calles del centro de la ciudad, con luces neón, muñecas de plástico, casetas de pornografía y dildos venudos.
Las fantasías, al igual que los juguetes y otras cosas relacionadas con la exploración del placer, me parecían algo lejano a mí, algo comercial, absurdo e hiper sexualizante. Me habitaba la creencia moralina de que las fantasías tenían algo de perverso o “desviado”. Y pues no me juzgo. Me tocó crecer en un ambiente familiar sumamente religioso que de entrada veía la sexualidad como algo malo, sucio e inadecuado.
Me costaron muchos años de experiencias (buenas y malas), lecturas y momentos de introspección y honestidad conmigo misma, para poder darme cuenta de lo naturales y esenciales que son las fantasías en el desarrollo de la sexualidad de las personas. Darme cuenta cuánto las hemos reprimido, evadido y rechazado, y cómo con ello matamos nuestra creatividad y limitamos nuestro acceso al placer.
Primero lo primero, ¿qué son las fantasías sexuales?
Las fantasías sexuales son representaciones mentales de situaciones reales o imaginadas que nos producen excitación. Pueden ser recuerdos de cosas que viste, escuchaste o viviste, o también situaciones que armaste en tu cabeza y al pensarlas o imaginarlas, te provocan sensaciones físicas placenteras.
Las fantasías pueden ser de lo más simples, de hecho muchas veces iniciamos con escenarios conocidos, recuerdos, personas o situaciones que al pensarlas nos producen excitación. Puede ser simplemente pensar en tu crush mientras te tocas, sin ponerle incluso un escenario ni detallar más la situación. Una fantasía no tiene que ser algo extraordinario y súper elaborado en realidad, sin embargo, en la medida en la que accedes a ellas y te permites explorarlas, éstas pueden volverse mucho más creativas, novedosas e inesperadas, y por ende placenteras.
¿Por qué reprimimos nuestras fantasías?
El problema con las fantasías es que muchas veces nos confrontan con creencias, valores o formas de pensar que son importantes para nosotres y/o están muy arraigadas en nuestra cultura, y por eso las vivimos con mucha culpa, miedo o vergüenza. La imposición de una “normalidad” en la sexualidad, es decir, la definición de lo que es deseable y permitido en una cultura, juega un papel importantísimo en el desarrollo de las fantasías.
La monogamia y su vinculación con el amor romántico, la heterosexualidad obligatoria, la sexualidad como sinónimo de reproducción, el binarismo de género, la castidad y pureza de las mujeres, son algunas de las normas culturales que se han impuesto sobre la sexualidad. De esta manera, todo lo que queda fuera de ellas es catalogado como “anormal” y “perverso”: mujeres que expresan y disfrutan abiertamente su sexualidad, relaciones polígamas, sexo casual, relaciones no heterosexuales, sexo anal (cuyo fin no es la reproducción), identidades no binarias, son expresiones bastante castigadas en nuestro contexto.
Ante esta realidad represiva y moralizante, no es casualidad que muchas de las fantasías más comunes de las personas sean precisamente aquellas que consisten en transgredir las reglas, hacer lo prohibido, sobrepasar límites, etc. Algunos ejemplos serían los tríos, el hacerlo en lugares públicos, con una persona que “no deberíamos”, ver o ser vistos, etc. Muchas personas se conflictúan cuando se topan con que les prende algo que va contra la norma y piensan que algo anda mal con ellas, pero la realidad es que no hay fantasías buenas ni fantasías malas. Además, que tengas una fantasía no significa que realmente tengas que cumplirla para disfrutarla (ahí está su magia). Entonces ¿por qué autocensurarnos?
Aprender a abrazar las fantasías: tienen algo que enseñarnos.
Estoy convencida de que las fantasías nos regalan la posibilidad de crear un escenario libre de prejuicios, en el que podemos movernos con toda la libertad del mundo, sanando muchísimos de los estigmas que se nos han impuesto, para superar la vergüenza y aventurarnos a explorar nuestro erotismo plenamente.
Hay tres cuestiones básicas por las cuales creo que es fundamental reconocer las fantasías como algo esencial para el desarrollo de nuestra sexualidad:
1. Reconocernos sexuales.
Por más básico que suene, a través de las fantasías nos damos permiso de sabernos sexuales, reconociendo el erotismo como una dimensión nuestra, que nos genera bienestar. Esto es especialmente necesario para las mujeres y personas con vulva, pues nuestro placer ha sido estigmatizado y castigado por años. Necesitamos recordarnos que el placer es parte de ser personas y disfrutarnos es nuestro derecho.
2. Conocernos mejor.
Las fantasías nos proporcionan información súper valiosa sobre cómo funciona nuestro cuerpo y nuestro placer. Conocer lo que nos excita, los elementos, imágenes, sensaciones, sentimientos que nos producen placer y los significados que tienen para nosotras, nos permite desarrollar una conciencia personal que nos empodera y nos posibilita para disfrutar cuando así lo queramos, tanto en nuestros encuentros con otras personas como durante la masturbación, pudiendo integrar algunos elementos que sabemos que suman a la experiencia.
3. Desarrollar la creatividad y abrir la puerta a nuevos placeres.
Me parece súper valioso darnos la oportunidad de recurrir a recursos que estimulan nuestra imaginación, como son la literatura erótica, videos, relatos eróticos, música, ya que estos pueden potenciar nuestra capacidad para integrar nuevas imágenes e ideas que nos producen placer. La idea de los relatos que hacemos en luda es justamente despertar o activar el deseo, descubrir que hay cosas que nos gustan y no teníamos ni idea, saber que hay otras morras que también están explorando sus deseos. A veces la imaginación es escasa, pero en la medida en la que vamos alimentándola, enriquecemos muchísimo nuestro repertorio y con ello nuestras posibilidades de disfrutar.
En mi caso, nunca pensé que los relatos eróticos pudieran despertarme tantas ganas, pero después de escuchar el relato de “Un metro de distancia”, hecho por una de nuestras colaboradoras, dije: ¡De aquí soy! Así que lo dejo por acá. Escúchalo y cuéntanos qué sentiste :)
Ah, y de paso dejo también nuestra playlist de selflove, hecha y sentida con todo el placer del mundo para inspirar sus momentos de exploración ;) Si aún no la has escuchado, este es un bonito recordatorio de que te mereces un ratito de descanso y placer, ¡YES!
1 comentario
Uff buenísimooo este artículo, gracias!! Nunca paren. Me encanta todo su contenido